martes, 31 de mayo de 2011

Carlos Taibo. Univ. Autónoma de Madrid. "El futuro del movimiento 15" y más cosas-M



28/05/2011 | Carlos Taibo | Crisis - Estado español/España |
www.carlostaibo.com (26 de mayo de 2011)
No es tarea sencilla la de pronunciarse sobre el futuro del movimiento 15-M. Lo más probable es que, conforme a la voluntad mayoritaria, se disuelvan antes o después las acampadas --es preferible cerrar racional y jocosamente esta etapa-- y se proceda a trasladar la actividad a barrios y pueblos. Todo ello en el buen entendido de que la posibilidad de restaurar el esquema inicial de concentraciones con poderoso eco mediático no quedará en modo alguno cancelada y de que, claro, el ritmo de los hechos puede ser diferente en los distintos lugares.
El tránsito del recinto del espectáculo mediático al más modesto de la acción local, aunque en modo alguno obliga a cancelar posibles iniciativas --campañas, manifestaciones-- de carácter general, parece deslizar el movimiento hacia una tarea más difícil y menos vistosa, al tiempo que, en sentido contrario, reduce los riesgos de burocratización y los intentos de coparlo desde fuera. No está de más que agregue una observación sobre la singularidad propia de la época del año en la que nos encontramos: la proximidad del verano tanto puede ser un inconveniente insoslayable --las iniciativas y las movilizaciones por fuerza se reducen en la mayoría de los lugares-- como una excelente oportunidad para recobrar fuerzas y plantear una ofensiva en toda regla a partir de septiembre. También hay que tomar en consideración el hecho, interesante, de que el movimiento ha visto la luz en un momento marcado por el final del curso en universidades e institutos, algo que a buen seguro ha reducido sus posibilidades de despliegue en unas y otros. La planificación al respecto de estas cuestiones --que invita a pensar inevitablemente en el medio plazo-- es, en cualquier caso, una tarea vital en el momento presente, tanto más si se convocan elecciones generales para el otoño.
Si se me pide un pronóstico sobre lo que entiendo va a suceder con el movimiento --y no sin antes avisar que en el camino penden varias incógnitas, y entre ellas los efectos previsibles de los intentos de moderar el discurso, por un lado, y de la violencia que el 15-M padecerá, por el otro--, me limitaré a plantear cuatro horizontes posibles. El primero no es otro que el vinculado con un rápido e imparable declive; me parece que semejante perspectiva es harto improbable habida cuenta de la vitalidad presente de las iniciativas y de la general voluntad de ir a más. El segundo nos habla de un eventual intento de colocar al movimiento en la arena política, a través de la gestación de una nueva formación o de la incorporación a alguna ya existente. Creo firmemente que las posibilidades de esta opción son muy reducidas, en la medida en que la mayoría de los integrantes del 15-M no parecen siquiera contemplarla. No puede descartarse por completo, sin embargo, una mecánica de divisiones y escisiones, en un grado u otro vinculable con este segundo horizonte.
Una tercera perspectiva nos dice que el movimiento podría dar pie a una suerte de extensión general, más bien vaga, dispersa y anómica, de formas de desobediencia civil frente a la lógica del sistema que padecemos. No descarto en modo alguno esa posibilidad, que sería una suerte de manifestación abortada de lo que me gustaría que cobrase cuerpo realmente: hablo del cuarto, y último, horizonte, articulado en torno a una fuerza social, que desde perspectivas orgullosamente asamblearias y anticapitalistas, antipatriarcales, antiproductivistas e internacionalistas, apostase por la autogestión generalizada e inevitablemente se abriese a las aportaciones que deben llegar de sectores de la sociedad que todavía no han despertado. Esa fuerza, que habría de acoger en su seno, claro, al movimiento obrero que todavía planta cara al sistema y se enfrenta a los sindicatos mayoritarios, provocaría el alejamiento de una parte de quienes en inicio se han incorporado a manifestaciones y acampadas.
Sólo se me ocurre aducir dos argumentos en provecho de la materialización del último horizonte mencionado: si, por un lado, en muchas de las asambleas realizadas en las acampadas se han revelado por igual una sorprendente madurez y una más que razonable radicalidad en los enfoques --se ha pasado a menudo de la contestación de la epidermis que suponen la corrupción y la precariedad a la del corazón del capitalismo y la explotación--, por el otro debemos dar por descontado que nuestros gobernantes van a seguir en sus trece, esto es, no van a modificar un ápice el guión de sus políticas. El hecho de que hayan decidido morir al servicio del capital mueve audazmente, en otras palabras, nuestro carro.


Hoy mejor que antes de ayer
   
 
27/05/2011 | Carlos Taibo | Crisis - Estado español/España |
Diagonal (nº151, 27 de mayo de 2011)
 
El movimiento 15-M --hablo en exclusiva de mi experiencia madrileña-- ha tenido un eco inesperado por varias razones: la habilidad de sus organizadores, su designio de huir de las siglas, el descontento general, el caos que Bolonia ha ahondado en las universidades, la oportunidad que ofrecían unas tristes elecciones, el eco de la revuelta árabe --junto con lo acaecido en Grecia, Portugal e Islandia--, y, en suma, el trabajo de años de los movimientos sociales críticos. Agrego algo obvio: el hecho de que en su estadio inicial la iniciativa que cobró cuerpo el 15 de mayo hubiese superado todas las expectativas atrajo hacia él inmediatamente a muchas gentes.
1. Lo que salió de las manifestaciones del 15 de mayo fue, por lo demás, una rareza: en las filas del movimiento naciente, y al menos en el primer momento, los adultos faltaban, como faltaban también, por cierto, los adolescentes. Generacionalmente constreñido, con escasa presencia obrera y más bien interclasista, carecía de forma orgullosa de líderes, algo que no dejó de poner de los nervios a unos medios de incomunicación de siempre obsesionados con ponerle cara a las cosas.
2. Sobre un cimiento sólido –el de la indignación--, el movimiento tenía dos almas. Si la primera la aportaban activistas de los movimientos sociales críticos, que contestan activamente el capitalismo y bien podemos describir, por su vocación asamblearia, como libertarios, en la segunda se han instalado jóvenes que, infinitamente cabreados y un punto ingenuos y meritocráticos, postulan una reforma más o menos radical del sistema y muestran un franco interés por las elecciones y sus tramas.
Siendo cierto que esas dos almas no han dejado de vivificarse mutuamente, lo suyo es señalar que aunque en el momento inicial la hegemonía correspondió a la primera, con el paso de los días se hizo valer un peso creciente de la segunda, acaso facilitado por la presión que ejercieron las autoridades políticas, judiciales y policiales. Las cosas como fueren, y aunque el escenario no era paradisíaco, seguía siendo claramente preferible a la miseria que hemos palpado durante decenios. Bastaba con echar una ojeada a cualquiera de las asambleas de la Puerta del Sol para percatarse de que nos adentrábamos en un mundo nuevo.
3. Si alguien se pregunta por qué el movimiento ha provocado tanto temor, responderé que, aunque al respecto hayan podido influir el crecimiento inesperado de las protestas y la huella emocional derivada de la revuelta árabe, lo realmente importante era otra cosa: conectaba de manera espontánea con muchas de las percepciones populares sobre la crisis y su resolución, algo poco común –admitámoslo-- en las iniciativas de nuestros movimientos sociales.
4. Olvidemos ahora la reacción de la caverna. Una simple ojeada a las portadas de La Gaceta, La Razón, ABC y El Mundo ilustra a la perfección lo que tenemos entre manos. Me interesa prestar atención a algo más delicado por menos evidente, que retrataré de la mano de una glosa de lo que han escrito los todólogos de El País y Público. Luego de haber defendido de siempre la infamia de las políticas del PSOE, a cuyo redil volverán rápidamente, los primeros, los de El País, han mostrado su franca simpatía por esos jóvenes marginados. Por detrás no se barrunta, claro, ninguna reflexión seria sobre la explotación, el capitalismo, la represión o la condición del medio en el que escriben. Lo de los todólogos de Público, aunque algo tiene que ver con lo anterior, discurre por otro canal: tras mostrar, de nuevo, su simpatía por los indignados, les invitan a mostrarse ecuánimes y moderados, subrayan el vigor de los deberes cívicos y muestran un atávico terror --nunca han pisado, claro, un movimiento
social-- ante espontaneidades, radicalidades y menciones agrias de la miseria que esparcen nuestros sindicatos mayoritarios.
En realidad hay un elemento participante más: el que congrega a la socialdemocracia ilustrada que, afín a los sindicatos mencionados, tras quedar en fuera de juego el 15 de mayo ha recuperado el terreno perdido y se atribuye ahora un audaz protagonismo. No tiene problemas, eso sí, para ubicarse: si los libertarios están demasiado lejos, los jóvenes indignados, aunque un tanto naïfs, configuran un auditorio interesante.
5. ¿Qué sabemos del futuro? Nada. Aunque los escépticos predominan, bueno será que subrayemos que el 14 de mayo no daban un duro por las movilizaciones que se anunciaban. Que lo vamos a tener difícil a la hora de ampliar la movilización y pasar a los hechos es evidente. Casi tanto como que se abre un escenario nuevo, claramente mejor que el de antes de ayer.



Palabras el 15 de mayo
   
 
19/05/2011 | Carlos Taibo | Democracia - Estado español/España |
www.carlostaibo.com (19 de mayo de 2011)
 
He intentado reconstruir aquí, sobre la base de mis apuntes, lo que dije en la Puerta del Sol madrileña el domingo 15, al final de la multitudinaria manifestación que convocó la plataforma Democracia Real Ya. Tiempo habrá para valorar --a mí me cuesta trabajo-- qué es lo que está ocurriendo estos días. Me contento ahora con llamar la atención sobre una discreta experiencia personal que algo nos dice --creo-- de la zozobra con la que los medios de incomunicación del sistema han asumido la revuelta de tantos jóvenes.
En los jornadas sucesivas al día 15 recibí un buen puñado de llamadas de esos medios de incomunicación. Algunas procedían, por cierto, de emisoras de radio y de periódicos que de manera altiva y descortés me habían puesto en la calle en su momento. Me pareció evidente que los profesionales correspondientes andaban desesperados buscando alguna cara que ponerle al movimiento que, fundamentalmente articulado por jóvenes, empezaba a tomar la calle. En todos los casos –ya tendré tiempo de cambiar, si procede, de conducta-- me negué a hacer declaración alguna y en todos sugerí que entrevistasen a los organizadores de las manifestaciones y, más aún, a los propios manifestantes. En una de esas conversaciones mi interlocutor insistió en su demanda y me preguntó expresamente si no habría algún otro profesor universitario que pudiera poner su cara. Al parecer, y a los ojos de algunos, para explicar lo que está sucediendo es inevitable echar mano de las sesudas explicaciones que proporcionamos los profesores de universidad, como si la gente de a pie no supiera expresarse con claridad y contundencia. Menos mal que hay algún profesional que se salva. Ayer, y de nuevo en la Puerta del Sol, un periodista me dijo que los jóvenes a los que había entrevistado hablaban mucho mejor que Tomás Gómez y --me da el pálpito-- que la propia señora De Cospedal.
Antes de colocar mi texto, me permito agregar una última observación: no sólo debemos estar sobre aviso ante lo que hacen los medios --para cuándo una activa campaña de denuncia de lo que supone esa genuina plaga contemporánea que son los tertulianos--. También debemos guardar las distancias con respecto a lo que dicen y se aprestan a hacer muchas gentes de la izquierda de siempre que, bien intencionadas, se proponen encauzar unos movimientos que en último término no comprenden y miran con desdén. Ahí van, en cualquier caso, mis palabras del día 15.

"Quienes estamos aquí somos, a buen seguro, personas muy distintas. Llevamos en la cabeza proyectos e ideales diferentes. Han conseguido, sin embargo, que nos pongamos de acuerdo en un puñado de ideas básicas. Las intento resumir de manera muy rápida.

Primera. Lo llaman democracia y no lo es. Las principales instituciones y, con ellas, los principales partidos han conseguido demostrar su capacidad para funcionar al margen del ruido molesto que emite la población. Los dos partidos más importantes, en singular, escenifican desde tiempo atrás una confrontación aparentemente severa que esconde una fundamental comunidad de ideas. Uno y otro mantienen en sus filas, por cierto, a personas de más que dudosa moralidad. No es difícil adivinar lo que hay por detrás: en los hechos son formidables corporaciones económico-financieras las que dictan la mayoría de las reglas del juego.

Segunda. Somos víctimas con frecuencia de grandes cifras que se nos imponen. Em mayo de 2010, por proponer un ejemplo, la Unión Europea exigió del Gobierno español que redujese en 15.000 millones de euros el gasto público. Nadie sabe a ciencia cierta qué son 15.000 millones de euros.
Para comprenderlo no está de más que asumamos una rápida comparación con otras cifras. Unos años atrás ese Gobierno español que acabo de mencionar destinó en inicio 9.000 millones de euros al saneamiento de una única caja de ahorros, la de Castilla-La Mancha, que se hallaba al borde de la quiebra; estoy hablando de una cifra que se acercaba a las dos terceras partes de la de la exigida en recortes por la Unión Europea. Durante dos años fiscales consecutivos, ese mismo Gobierno obsequió con 400 euros a todos los que hacemos una declaración de la renta. A todos, dicho sea de paso, por igual: lo mismo recibió el señor Botín que el ciudadano más pobre. Según una estimación, ese regalo se llevó, en cada uno de esos años, 10.000 millones de euros. Estoy hablando del mismo Gobierno, que se autotitula socialista, que no dudó en suprimir un impuesto, el del patrimonio, que por lógica grava ante todo a los ricos, reduciendo sensiblemente la recaudación, mientras incrementaba en cambio otro, el IVA, que castiga a los pobres. El mismo Gobierno, en fin, que apenas hace nada para luchar contra el fraude fiscal y que mantiene la legislación más laxa de la Unión Europea en lo que hace a evasión de capitales y paraísos fiscales.

Tercera. Si hay un dios que adoran políticos, economistas y muchos sindicalistas, ese dios es el de la competitividad. Cualquier persona con dos dedos de cabeza sabe, sin embargo, en qué se han traducido, para la mayoría de quienes están aquí, las formidables ganancias obtenidas en los últimos años en materia de competividad: salarios cada vez más bajos, jornadas laborales cada vez más prolongadas, derechos sociales que retroceden, precariedad por todas partes.
No es difícil identificar a las víctimas de tanta miseria. La primera la aportan los jóvenes, que engrosan masivamente nuestro ejército de reserva de desempleados. Si no hubiera muchas tragedias por detrás, tendría su gracia glosar esa deriva terminológica que hace media docena de años nos invitaba a hablar de mileuristas para retratar una delicada situación, hoy nos invita a hacerlo de quinientoseuristas y pasado mañana, las cosas como van, nos obligará a referirnos a los trescientoseuristas. La segunda víctima son las mujeres, de siempre peor pagadas y condenadas a ocupar los escalones inferiores de la pirámide productiva, a más de verse obligadas a cargar con el grueso del trabajo doméstico. Una tercera víctima son los olvidados de siempre, los ancianos, ignorados en particular por esos dos maravillosos sindicatos, Comisiones y UGT, siempre dispuestos a firmar lo infirmable. No quiero olvidar, en cuarto y último lugar, a nuestros amigos inmigrantes, convertidos, según las coyunturas, en mercancía de quita y pon. Estoy hablando, al fin y al cabo, de una escueta minoría de la población: jóvenes, mujeres, ancianos e inmigrantes.

Cuarta. No quiero dejar en el olvido los derechos de las generaciones venideras y, con ellos, los de las demás especies que nos acompañan en el planeta Tierra. Lo digo porque en este país en el que estamos hace mucho tiempo que confundimos crecimiento y consumo, por un lado, con felicidad y bienestar, por el otro. Hablo del mismo país que ha permitido orgulloso que su huella ecológica se acrecentase espectacularmente, con efecto principal en la ruptura de precarios equilibrios medioambientales. Ahí están, para testimoniarlo, la idolatría del automóvil y de su cultura, esos maravillosos trenes de alta velocidad que permiten que los ricos se muevan con rapidez mientras se deterioran las posibilidades al alcance de las clases populares, los castigos, acaso irreversibles, que han padecido nuestras costas o, para dejarlo ahí, la dramática desaparición de la vida rural. Nada retrata mejor dónde estamos que el hecho de que España se encuentre en el furgón de cola de la Unión Europea en lo hace a la lucha contra el cambio climático, con un Gobierno que alienta la impresentable compra de cuotas de contaminación en países pobres que no están en condiciones de agotar las suyas.

Quinta. Entre las reivindicaciones que plantea la plataforma que promueve estas manifestaciones y concentraciones hay una expresa relativa a la urgencia de reducir el gasto militar. Me parece tanto más pertinente cuanto que en los últimos años hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo nuestros diferentes gobernantes rebajaban de manera muy sensible la ayuda al desarrollo. Nunca lo subrayaremos de manera suficiente: el momento más tétrico de nuestra crisis dibuja un escenario claramente preferible al momento más airoso de la situación de la mayoría de los países del Sur.
Vuelvo, con todo, a lo del gasto militar. Este último, visiblemente ocultado tras numerosas partidas, responde a dos grandes objetivos. El primero no es otro que mantener a España en el núcleo de los países poderosos, con los deberes consiguientes en materia de apoyo a esas genuinas guerras de rapiña global que lideran los Estados Unidos. El segundo se vincula con el designio de preservar un apoyo franco a lo que hacen tantas empresas españolas en el exterior. ¿Alguien ha tenido noticia de que algún portavoz del Partido Socialista o del Partido Popular se haya atrevido a criticar, siquiera sólo sea livianamente, las violaciones de derechos humanos básicos de las que son responsables empresas españolas en Colombia como en Ecuador, en Perú como en Bolivia, en Argentina como en Brasil?

Acabo. Me gustaría en estas horas tener un recuerdo para alguien que nos ha dejado en Madrid el martes pasado. Hablo de Ramón Fernández Durán, que iluminó nuestro conocimiento en lo que respecta a las miserias del capitalismo global y nos puso sobre aviso ante lo que nos espera de la mano de esa genuina edad de las tinieblas en la que, si no lo remediamos, nos adentramos a marchas forzadas. No se me ocurre mejor manera de hacerlo que la que me invita a rescatar una frase que ha repetido muchas veces mi amigo José Luis Sampedro, de quien escucharemos, por cierto, un saludo dentro de unos minutos., La frase en cuestión, que creo refleja bien a a las claras nuestra intención de esta tarde, la pronunció Martin Luther King, el muñidor principal del movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos de cincuenta años atrás. Dice así: 'Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo, lo que nos parecerá más grave no serán las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas'. Muchas gracias por haberme escuchado".

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