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El inminente “Pacto del Euro” demuestra una vez más lo evidente,
sólo ocultado por los esfuerzos de la clase política en convencernos de
lo contrario y por los medios de comunicación al hacerles el juego:
Otra vuelta de garrote vil y ya nos han metido en el pacto de los grandes
saqueadores para atenazar, aún más, los poderes legislativos y
jurídicos: para arrasar con lo que quede de derechos laborales y estado
de bienestar. Su única gran incógnita es cómo subir el ritmo de
ganancias ilimitadas en un mundo estrujado por ellos.
¿Qué tiene que ver lo que aprendéis hoy, lo que enseñamos, con lo que
realmente podrá ser vuestro futuro, nuestro futuro? ¿Qué sentido tiene
continuar encerrados en las universidades, estos días en los que las
asignaturas más importantes han comenzado a impartirse en las calles, de
igual a igual, en corros en los que nadie aspira a sacar más nota que la
persona de al lado ni a aprender de memoria sinsentidos.
Un curso entero, o el tiempo necesario, dedicado de lleno a frenar el
saqueo, a revertirlo, con nuestra presencia alternativa pero permanente,
cientos de miles, en espacios comunes, abiertos a toda aportación, a toda
participación, podría ser infinitamente más valioso para nuestro futuro
que el continuar allá, donde el sistema nos tiene previstos, aferrados a
nuestra impotencia o a nuestra ceguera inducida.
¿Por qué habríamos de permanecer en nuestra dócil inercia de impartir
y acumular créditos académicos en espera de que una agencia de
evaluación nos diga que son basura? La Universidad también está estos
días en trámites para ser vendida en su totalidad a los omnipresentes
terroristas económicos...
Entonces ¿En qué expectativas confiaremos? ¿De qué seréis herederos?
Ahora mismo están más en pugna que nunca la riqueza económica y la
riqueza ideológica. ¡Nos quieren robar las dos! Pero de momento están
locos en los intentos de fiscalizar la segunda, por detectar los
extraordinarios y descentralizados bancos de sus semillas.
¡Media un verano de germinaciones subterráneas!... media un verano de
germinaciones de multitud de semillas, esparcidas en la fiesta de
recuperar el ser persona, el cuidar de los otros en las sociedades reales,
de las palabras compartidas y el respeto recibidos como ofrendas. Hemos
comenzado a construir una sociedad sobre aquello que nos une y el afecto
ha aparecido en sus calles.
No valen nada las matrículas de honor en una Universidad que agoniza de
espaldas a la vida. Las asignaturas vivas están donde se está
construyendo el cambio de nuestros días perdidos: allí están los
únicos códigos del mundo que pueden transformarte en un ser y un
ciudadano o ciudadana mejor, están en la calle hablando con los tuyos:
desafiando a quienes parecían indelebles invasores, mientras aún se
reparten lo nuestro.
Las asignaturas vivas están en la calle: construyendo por fin,
construyendo. Sustrayéndote por fin, como mercancía predestinada a la
mesa indeseable del gran monstruo.
La transformación de las instituciones está en la calle donde se
recuperan principios éticos y valores devaluados. Su patrón oro para
medir el tiempo ya no nos sirve. El tiempo es amistad.
Hemos puesto un cartel en nuestra ciudad, en nuestras instituciones, en
nuestra universidad, lo hemos puesto en todo aquello que nos encierra y
nos vende:
Abierto por reformas. Aquí no competimos: colaboramos.
No faltan recursos, no faltan ideas, no faltan personas, no faltan
espacios, no falta decisión, no falta coraje, no faltan razones, no
faltes tú.
Insurrección significa recuperar la vida que fue robada.
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